El modernismo en Ecuador
fue tardío respecto al modernismo del resto de la región, debido a que
el país se encontraba en una guerra civil, durante el auge modernista
sudamericano, los poetas modernistas en Ecuador, tuvieron la influencia
de
Rubén Darío, y de poetas simbolistas franceses como
Charles Baudelaire,
Víctor Hugo,
Samain,
Rimbaud y
Verlaine,
gracias a los cual fundieron los elementos del romanticismo y
simbolismo francés, con los elementos de melancolía y desazón típicas
del modernismo
La poesía modernista ecuatoriana se la caracteriza, por la elegancia
en las frases líricas, la destreza para enlazar «los recursos formales
más antiguos de la poesía castellana con los acentuadamente modernos» y revolucionarios, la abulia y hastío prematuro de todo, junto con el aire bohemio y abatido que envolvía estos versos
La abulia y el sentimiento altamente antisocial, trascendía más allá de la poesía. Los cuatro miembros de la
generación decapitada,
compartían más, entre ellos, que la simple afinidad por la poesía, ya
que todos mantuvieron una vida bohemia e inestable, con excesos en
drogas, desdichados amoríos, además de la apatía a la notoriedad
literaria, y sus trágicas muertes.
Ernesto Noboa y Caamaño
Noboa y Caamaño (Guayaquil, Ecuador, 1891-Quito, 1927)
fue el más directo y desgarrado en su obra poética, dándole siempre un
aire “doloroso expresivo” con menos sutileza y armonía que Fierro o
Borja, aunque en una manera más libre, su obra era caracterizada por un
aire gris y desolado.
Arturo Borja
Borja (Quito, Ecuador, 1892-Quito, 1912)
fue el más melódico de los decapitados, usando siempre formas
luminosas, para los más oscuros y dolorosos sentimientos, siempre
experimentando y combinando versos en varias medidas y ritmos
Humberto Fierro Artículo principal: Humberto Fierro Fierro (Quito, Ecuador, 1890-Quito, 1929)
fue el más perfeccionista del modernismo ecuatoriano, dándole un aire
señorial a sus versos, aunque con un gran hastío de vivir y melancolía.
Medardo Ángel Silva
Silva (Guayaquil, Ecuador, 1898-Guayaquil,1919) fue el que mayor aceptación y reconocimiento logró en el imaginativo popular, a pesar de solo haber escrito un libro
El árbol del bien y del mal
en 1915. También fue el más ambicioso en términos literarios, de los
cuatro decapitados, dando un mayor espectro temático a su poesía, la
cual era altamente perfeccionista, con una lírica cálida y dulce en los
aspectos formales, para así tratar con temas sombríos e inquietantes.
Varios de los poemas modernistas de
La Generación Decapitada, fueron adaptados a la música, posiblemente el más representativo de estos es el poema "El alma en los labios" de Medardo Ángel Silva (poema escrito horas antes de su muerte), al cual el músico y compositor Cuencano
Francisco Paredes Herrera le puso música, y fue interpretado por
Julio Jaramillo siendo hasta la actualidad unos de los temas musicales más representativos de Ecuador.